El responsable de, prácticamente, todas las desgracias ocurridas tanto al grupo como a quienes tiene bajo sus órdenes durante el transcurso de la historia; su apariencia aniñada esconde un gran poder del que muchos han oído hablar en el cosmos, o eso se cuenta de él.

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Cuando habla, se expresa con marcada prepotencia, esgrimiendo argumentos que tratan de colocarle como el poseedor de la verdad y el hacedor de lo correcto cuando sus acciones demuestran cierta inestabilidad inherente al ligero estrés provocado por el descontrol que instigó el motín urdido a sus espaldas, pero casi frente a sus ojos. Se hallaba tan enfrascado en su cometido que no pudo percibir el complot que acabó haciendo que abandonara la Tierra en contra de su voluntad.

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Demuestra poca paciencia para tratar con shakias que él considera adultos, pues su sola presencia le resulta detestable hasta el punto de querer exterminar toda la raza por motivos que aún se desconocen. Y es notable la palabra "adulto" en éste contexto ya que, aunque también está resentido con los tamaiks, es incapaz de ponerle la mano encima a un niño, según palabras del propio Dreid.

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Su gesto tras observar detenidamente a Shad deja entrever que se trata de un ser que siente mucha curiosidad por todo lo que le rodea y que considera como "algo nuevo", pues una vez ante sus ojos, trató de memorizar cada detalle físico perceptible, aunque en éste caso fuera para saber reconocer el aspecto que muestra una criatura poseedora de sangre lumen y sangre shakia.

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Una vez cometido un error grave, su estabilidad parece tambalearse y echa la culpa del fracaso a quienes han interferido con su descabellado plan de asesinar a Shad sin siquiera conocerle, sólo por ser lo que es, a pesar de haber demostrado poseer cierto grado de comprensión, empatía y sentimientos de culpabilidad tras ver el cuerpo de Meidin chamuscado en el suelo.

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En combate, posee unos reflejos felinos y es capaz de mover con gran agilidad los brazos y la cola para defenderse de cualquier ataque o, incluso, lanzar los suyos propios; puede transformar sus manos en poderosas garras para destrozar al rival y ha demostrado tener grandes conocimientos sobre la esgrima cuando empuña su ardiente estoque contra los protagonistas. El fuego es, sin duda, su mejor aliado en batalla, siendo capaz de producirlo casi con el simple hecho de respirar o pensar en él; puede recubrir su cuerpo de una fina película incandescente y hasta sumergirse en sus llamas sin sufrir el menor daño.

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Durante la batalla, se tomó un instante para comentar, más para sí que para el resto, que la Tierra había sido como una prisión, lo que da a entender que no es la primera vez que pisa ése lugar y que lo conoce bastante bien. Habrá que esperar al siguiente libro para averiguar más acerca de su pasado, sus motivaciones personales y su reacción ante el fracaso que fue la expedición a la Tierra.